viernes, 12 de febrero de 2010

Retrato de tu existencia

Republico una vieja entrada, ahora en pasado. En un pasado que se esfuma en lugar de convertirse en huellas. Esta es la única prueba que existe de que, alguna vez, te amé.
Como evidencia.



Luz de luna, o de farola, no sé. Resplandor de cualquier modo, en medio de una negrura intensa, tanto o más que las miradas. Tanto o más que la línea que separa la verdad de las creencias. Una de tantas noches que fueron haciendo un vacío en el tiempo, un hueco de complicidad, de oportunidad, de palabras. Palabras. Dijimos muchas, no sé cuantas. Pero hablamos hasta cansarnos y de cualquier cantidad de cosas, hablamos. De todo menos de lo vano, de lo vano a raíz de lo profundo. Incluso de lo que no entiendes, de lo que nunca me ha importado, pero en tu boca.


Siempre es la noche. Siempre era de noche cuando me llamaba tu presencia, incluso en los días que no la tenía definida por contornos reales, cuando me la arrebató la cotidiana malicia del tiempo. El tiempo que nos alejó más que la propia distancia. El tiempo que es como una liga y que te trajo a mi de vez en cuando para tocar tu nuca mientras me contabas como venía tornándose tu vida. La vida que nos ha presentado en una cocina retándonos y que nos mantuvo discretos aun a pesar de los cambios, de la gente, del todo. De un todo que me pesa.


A contraluz. A media noche. Te miro y me miro, soltó tu boca, y me pregunto si un día verás el mundo como lo veo yo, espero que no. Ese mundo torturado y torcido, tan envuelto en lugares que comprendes, que conozco. Un mundo que no choca, ni es mio, pero que me pertenece; que no embona ni cuadra, pero que es tuyo solo. ¿Qué sos de mí? Importa si tu nombre lo pronuncio con mi boca y es bajo el mismo que eres solo para mi lo que no eres para nadie? Si preguntan, mi familia. Si advierten, un extraño. ¿Aquí entre nos? "No sabe/no contesta". ¿Qué soy de ti? Conocía la respuesta de tu boca y aun cuando me pareció siempre falsa me colgué de ella. Importa si aun con una goma trazábamos un destino? Un destino de caminos que se borraron tras andarlos y que se creaban al pisarlos.


Entornada la figura, envuelta la una en la otra, una forma que se funde y se pierden los contornos en la sombra. ¿Dónde acabas? ¿Dónde empiezo? Empiezo donde tu boca me creó cuando pronunció mi nombre, acabé donde tu mano cerraba las puertas. Empezabas donde la torpeza me arrancara una nueva forma de ofenderte, acabas donde el filo de los días le saca punta a mi forma de amarte; poco grácil, violenta. Renazco donde no existes, donde nos dejamos. Estábamos, sin embargo, más allá del romance, de la duda, de las pobres promesas y las necesidades intangibles. Estábamos y existíamos únicamente en un mundo que construimos aislado del todo, alejado de la tierra y ni unido al cielo, ni allegado al infierno.


Al final del camino, tu voz. Al final de las horas mi mano en tu nuca. Dos perfiles mirando un parabrisas. Hablando de lo vano, de lo simple, de lo cotidiano, riñéndonos. Preocupándonos por el otro de maneras falsas, sinceras, vacías, enteras. Prometiéndonos cosas en silencio, en la mente y para nosotros mismos ¡Qué imposibles, que perfectos! Ojos tristes que se miraban solo a veces para no encontrarse en el fondo reflejados. Y una noche, siempre una noche, nos dimos el lujo de decir Adiós.


A veces me pregunto si estas tan enfermo como yo... Y a veces, lo sé de cierto.

...así me enseñaron a que las hiciera yo. - Bunbury

1 comentario:

RH dijo...
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