domingo, 12 de octubre de 2008

Ensayo de un viernes 21

La cosa empieza asi.

Es de noche en alguna playa, una de esas de arena dura, de las que tienen piedritas y algas revueltas en las orillas. De las que tienen mezcladas trozos de concha y pedazos de todo. Con la orilla corta y muy cerrada, envuelta con arboles que protegen de la vista interior. Solo se escucha una marea que viene y va de manera tan pausada que cuesta entender que es una playa y no un lago. De no ser por el mediano brote de espuma se entendería otro paisaje. Pero es una playa.

Es de noche, no se sabe que hora pero lo suficientemente tarde para verse todas las estrellas encima y el azul es tan intenso que da miedo mirarlo y al mismo tiempo invita a mantenerse bajo su yugo, atónito. Huele a frio, un frio que más que congelar o intimidar provoca desnudar el cuerpo y el alma para sentir como sana, con su humedad, los calores del ambiente y los dolores de casi cualquier clase.

Alicia (la expulsada) está varada en la única duna existente, en la única duna posible en tan estrecha bahía. Recostada boca arriba con la barbilla a 25 grados de la perpendicular que forman sus pies (con respecto a la duna) formados como soldados hasta lo más bajo de sus piernas. Esto como para aspirar más profundamente todo el aire que le ofrece el exilio. Las manos. La izquierda sobre el corazón y la derecha haciendo una cruz sobre la otra sosteniéndole el alma. la cara en mueca de agrado, como quien no tiene prisa de quedarse o de irse, simplemente está. Hay una sonrisa en sus labios, al menos eso parece. Un gesto como ese que es famoso en el arte, misterioso, que hace preguntarse que es lo que esconden sus cavilaciones. El cabello suelto sirviendo de almohada, la ropa mojada sirviendo de cama, de sábana, de bolsa. Da la apariencia de una virgen, da pena tocarla y da pena seguirla viendo, pena de la pudorosa que se convierte en pena de la que duele, la que desgarra. la imagen de Alicia, sin descomponerse, va volviéndose dolorosa al mantener velados los secretos de su mente.

Alicia sabe que tiene millones de estrellas encima suyo. Le gustan las estrellas. Siempre le entusiasmo verlas, voltear arriba y descubrirlas lejanas y sin embargo suyas. Esta noche prefiere verlas con otros ojos, saberlas prendidas de la carpa tremenda, presionando su cuerpo, aprisonanado su estado como si todas en verdad le cayeran encima para hacerla permanecer inmóvil ante su belleza. Y se encoge. Por eso mantiene las manos lo mas cerca de su ser para cersiorarse que respira, que late. Sonríe, porque de todos los lugares posibles en el mundo, no hay otro donde preferiría estar en ese instante que ahi mismo. Sola, desconocida, más inmóvil que una piedra. Alicia imagina, trata de imaginar, cree que imagina mejor dicho. Imagina que el vaivén de la marea se va volviendo más frecuente, que el mundo sigue girando y eso porque en verdad el mundo no pierde la capacidad de moverse solo por que ella esté decidiendo bajarse un rato del carrusel.

Alicia mira para dentro y hace realidad sus pensamientos, como fantasmas suceden las cosas al rededor, fantasmas que de poco son de colores y dejan de ser transparentes para solidificar sus existencias. Este hecho sustenta le teoría de que todo cuanto es nombrado o imaginado se vuelve real solo por eso. Es como uno de esos sueños donde uno primero se encuentra en un sitio y segundos después ya pasaron diez años. Alicia mira su vida; las cosas que ama, las que amo, lo que la lastima. Sus heridas, las de guerra, las del alma, las de muerte. y los recuerdos se le mezclan con la imaginación que acontece mientras tanto. Amanece.

Al alba le cae el sueño a Alicia. El amanecer dura un segundo y de nuevo la noche le aprisiona, queda como un barco viejo a merced del ambiente que la integra a su anatomía. Es como si le hubieran salido raíces y fuera totalmente incapaz de volverse ella misma. Perfecto lugar para pasar el día más importante del año.

Alicia decide subirse al mundo por fin.

Y abre los ojos sin abrirlos. En lugar de estrellas esta el techo. quiere descruzar las manos, el estrecho cajón le impide lograrlo. Mira de reojo (aun si abrir los ojos y girándolos todos) una habitación llena de sombras, iluminadisima pero llena de siluetas desdibujadas. No tiene la menor importancia concentrarse en identificar otra cosa que no sea la circunstancia, lo demás son accidentes. Alicia saborea su muerte y se duerme de nuevo.

La cosa sigue asi.

La mujer despierta, completamente entumecida recupera poco a poco la circulación de su plasma, comprueba el latido de su corazón , la presencia de su alma. Si duele es porque aun esta dentro, donde se la puso la vida. Aun pesa 50.21 kilos, aun mide 1.65 cm. Abre los ojos. Se incorpora violentamente encojiendo las piernas cuyos pies ahora hacen 40 grados con la tierra, con la arena mezclada. No respira si no que sorbe el aire como si tuviera mucho tiempo sin introducir vitalidad a su maquina respiratoria. Palmas en tierra comprende, la ilusión termino y aunque que grato fue el viaje, hay que volver a casa.

La cosa acaba cuando la playa se hace inmensa, la única duna se vuelve del montón, la arena mezclada se hace ligera y Ella que ha llegado pidiendo un minuto, se va caminando entre cerros de sal, haciéndose más pequeña. la playa se queda sola, solisima. Hace mas ruidos que nunca, de insectos y aves que La llaman a volver, a quedarse, a echar raíz.

La cosa es saber como resistir.

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