sábado, 13 de septiembre de 2008

Muñequita, le dijo el ratón....

Nunca me faltes. Olvídame si es necesario, pero nunca me faltes. Sí me olvidas no significa que yo no vaya a recordarte, significa que intentas a ojo cerrado borrarte mi imagen y todas las cosas malas que nos hemos hecho el uno al otro. Pero a veces te caen como me han caído a mi estas noches, sentada en la duela fría de un armario, extrañándote. Con los ojos fijos en las puntas de los dedos de mis pies pensando en cuanto le haces falta a mis manos que no te tocan, a mis oídos que solo te inventan, a mi existencia que solo mantiene el vacío de tu presencia. Tu presencia que se difumina poco a poco y se le van borrando los rasgos menos sobresalientes. Me quedo con lo que importa, tus expresiones. Tus supongos tan necesarios en cualquier conversación para mantenerte a salvo de tomar partido, a salvo de mí. Tu mirada vacía, arrogante, enviciada, victimizada y con esa lágrima pendiente de no ser descubierta nunca. La cadencia enrarecida de tu lengua, filosa, inexacta, llena de términos y de palabras mal dispuestas. Una palabra tuya bastará para sanárme. Olvídame para que pueda entonces crearme más necesidad de tus mundos, esos que habitas lejos de todos y en compañía de nadie. Olvídame para que me aferre a perseguir nuestros imposibles toda la vida, castígame.

Colócame en la esquina cara a la pared en mi banquillo chaparro y hasme pensar en todos mis pecados, sonrieme de espaldas a sabiendas de que tu maldad me duele. Hasme necesitar ir a la iglesia para que todas mis oraciones se encaminen a recuperar el poco amor que puedas darme. No importa que método correctivo utilices, sabes que soy un caso perdido. Pero me gusta verte imaginando que tu silencio me hace bien, que te valoro más conforme te vas alejando. Y es cierto. Pero siempre seré esta misma. La insufrible, la que te pone la mano en la mejilla para acariciarte y con la otra te hace una diminuta herida en algún lado. La que llega cada cuando con la cola roja picudita entre las patas sobandose los cuernos para que la mimes un poco y después le prende fuego a tus heridas. Mímame ahora, no te esmeres en alejarme, en mantenerme al margen del único valor en mi vida con carácter de antigüedad. Quédate.

Sí no te vas prometo seguir siendo yo, no fallar jamas al concepto que te haces de mi, prometo no defraudarte, lastimarte, decirte siempre que te amo, demostrarte siempre la razón que has tenido y negarlo con todo mi vocabulario. Mantendremos la rutina: tu vas y venís de vez en cuando y yo haré que vengas a sentarte a mi lado para que miremos juntos las puntas de los dedos de mis pies y puedas canturrearme un día lo que entre lágrimas balbuceo de forma incomprensible para mi misma ahora.

La alternativa es que sigas cerrándome tus ojos Cámbiame de planeta y colócame donde no puedas verme jamás, del lado que te quede siempre oculto. Recuérdame solo entre nubes, como borrada por los días y por la ira, mátame en tu memoria, hasme un funeral y ve por ahí vestido de luto diciendo que alguna vez existí y perdiste mi vida a mano de cualquier tragedia, invéntame un final digno. Reniega de haberme amado, niega mi nombre, blasfema sobre nosotros, un nosotros que tuvo una vida tan corta que no supo donde termino de existir y , sin embargo, continua enviándonos secuelas para impedirnos enterrarle del todo. Has conmigo lo que consideres prudente, más que necesario, indispensable. No tienes que comunicármelo. Guardate el secreto en la almohada que nunca tocas y cuéntaselo solo a un charquito para que no revientes.

Pero por sobre todas las cosas e independiente a cualquier decisión que termines tomando, recuerda que nada tiene que ver conmigo, recuerda que siempre estarás pendiente aunque no lo quieras por que yo no te olvido. Así que, bajo amenaza, te pido. Te ruego. Te exijo. No me faltes nunca.

1 comentario:

Gabriela dijo...

hola... buscando, y buscando no se que, econtre justo lo que necesitaba leer. en el momento justo las palabras como si hubieran salido de mi boca. me encantó tu blog. gabriela